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Si hay anuncios tontos… es porque la gente no entendió.

Reflexiones sobre el lenguaje en mi entorno


El departamento de economía de mi universidad estaba REPLETO de anuncios chistosos y redundantes: en los baños "jale dos veces", o "recuerde no jalar ropa u objetos en el inodoro, los tubos se tapan". Mi favorita en el microondas es "no poner pescado ni nada que huela fuerte" (obviamente alguien debió meter un pescado que olía horrible, y le mandaron la indirecta).


Cada vez que leo uno de estos avisos, me pregunto: ¿qué tuvo que pasar para que alguien decidiera poner esto por escrito? Porque detrás de cada señal absurda hay una historia, un incidente que obligó a alguien a pensar: "Necesitamos un letrero para esto". Son testimonio silencioso de nuestra capacidad infinita para malinterpretar lo obvio.


Hay ciertas cosas que están legalmente obligadas a aparecer por ahí. Por ejemplo, en algún anuncio de comida, "no es el tamaño real". Pero hay otro tipo de anuncios que me interesan mucho más: los que están mal traducidos, o las traducciones que suenan chistosas o fuera de lugar. En la atracción turística del faro de Key Biscayne, la traducción de "under the front canopy" es "en la puerta de 'alante donde está el toldo" (literalmente dice "'alante"). Me encanta. Inigualable. Es como si el traductor hubiera decidido que la formalidad no era necesaria y optó por la forma en la que él lo diría.


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Mi tía contaba que a la salida del parqueadero de una clínica que visitó con frecuencia durante una temporada, había un aviso que decía "esperamos que vuelva pronto". (Hasta donde sé, nadie en sus cinco sentidos añora volver a un hospital.) Hay algo fascinante en estos desaciertos: muestran que quien diseñó el mensaje no se sentó a pensar en el contexto.


Aparentemente no soy la única interesada por esto. Hay un señor que se dedicó a coleccionar fotos de afiches y anuncios como estos, e hizo un libro con ellos. Viniendo de un país como Colombia, donde hay cientos de carreteras, cruces y señales improvisadas, esto es súper prevalente. Nuestro paisaje urbano es un museo involuntario de la comunicación fallida.


Los que editan o vandalizan estas señales también son interesantes. Clet Abraham, un artista italiano, se dedica a intervenir señales de tránsito con humor y colores brillantes, usándolas para criticar las regulaciones estrictas. Convierte lo funcional en arte, lo obvio en pregunta.


Pero hay algo más profundo en todo esto: estas "malas" traducciones y adaptaciones torpes no desaparecen. Se quedan, evolucionan y terminan convirtiéndose en palabras que usamos todos los días sin darnos cuenta. Por ejemplo, la palabra "romboi" (o "rompoy") es una adaptación del francés "rond-point". Se usa comúnmente en Colombia como sinónimo de "rotonda" o "glorieta". Nadie cuestiona su origen; simplemente funciona.

Esto pasa con todos los idiomas a diferentes niveles. Las cosas mal dichas se transforman, evolucionan y se vuelven costumbrismos. El lenguaje no es un sistema cerrado que debemos preservar intacto; es un organismo vivo que se adapta a nuestras necesidades, errores y caprichos.


El overol, como el de los granjeros que me ponía de chiquita, viene de "over all" en inglés, que significa "sobre todo" o "encima de todo". Bistec viene de la contracción de "beef steak". Ponqué es otra que siempre me ha intrigado: viene del "pound cake", la preparación que se hace con una libra (un pound) de harina, una libra de huevos, una libra de mantequilla y una libra de azúcar. Nunca había dudado de esta palabra hasta que descubrí su origen.


Líder viene del inglés "leader". Drenaje viene de la palabra inglesa "drainage", que a su vez vino del francés "drainage". Un préstamo de un préstamo.


Usamos la palabra "chequear" cuando queremos decir revisar, examinar o marcar. Viene de "check". Y de ahí se forma todo un ecosistema: postear, mutear, rankear. El lenguaje está constantemente evolucionando, absorbiendo lo que necesita y descartando lo que no.

Popeye, el personaje al que en mi infancia hacían referencia para decirme "Sofía, cómete la espinaca para ser fuerte como Popeye", originalmente se llamaba "Pop Eye", que se traduce a "ojo saltón". Pero prefirieron dejarlo así en los cómics y la gente lo comenzó a pronunciar Po-pe-ye. Un error se convirtió en identidad.


Creo que los venezolanos y los mexicanos tienen más ejemplos, como "guachimán" (de "watchman", vigilante) y "troca" (de "truck"), pero personalmente no los he visto en práctica, entonces no me parecería justo tomarme el crédito de discutir esas palabras acá.

Me he dado cuenta, hablando tanto en inglés, de que hay palabras que me cuesta pronunciar, simplemente por estar tan acostumbrada a usarlas en español. Mi lengua se niega a volver al original. Y creo que eso es lo más interesante de todo: estas señales mal traducidas, estos avisos absurdos, estas palabras deformadas nos recuerdan que el lenguaje no nos pertenece. Lo usamos, lo doblamos, lo rompemos y él sigue funcionando de todas formas.


Entonces, ¿son tontos los anuncios redundantes? ¿Son ridículas las malas traducciones? Puede que sí. Pero también son prueba de que estamos constantemente negociando con el lenguaje, con las normas, con lo que se supone que deberíamos entender. Y a veces, en esa negociación, surge algo nuevo, algo propio, algo que nunca habríamos planeado pero que termina siendo perfectamente nuestro.


Sofía Lozano (09/10/2025)

Redactado entre abril y octubre 2025





Concurso en Ecuador que premia mejores documentaciones de errores de ortografía en espacios públicos: https://www.archiletras.com/pais/errores-ortograficos-en-las-calles-de-ecuador/



Edición: Claude Anthropic

 
 
 

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